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Hidrocarburos en tiempos de transición

Hidrocarburos en tiempos de transición

20 de Junio de 2023. Minenergía , Bogotá.
Sector: Hidrocarburos

Irene Vélez Torres, Ministra de Minas y Energía

La historia de la industria de los hidrocarburos en Colombia, y en especial los últimos años de extracción y reposición de reservas de petróleo, nos dejan aprendizajes fundamentales para definir la política pública en tiempos de transición justa.

Actualmente nuestras reservas no están asociadas a nuevos grandes descubrimientos exploratorios, sino a una eficiente productividad de grandes campos viejos que están en producción. Campos como La Cira Infantas (1921), Apiay (1981), Rubiales (1982), Caño Limón (1986), Cusiana (1991) y Cupiagua (1993) son los hallazgos exploratorios más grandes de hidrocarburos, y aún hoy representan el 70 % de la producción de gas y el 80 % de la producción de petróleo del país.

Considérese sólo el último Informe de Recursos y Reservas de la ANH, de 2022: nuestro recobro secundario pasó en un año de 21 % a 23 %, y fue un factor determinante de la incorporación de nuevas reservas. Por ejemplo, el campo de petróleo más antiguo de Colombia, La Cira Infantas, después de cien años de explotación aún hoy mantiene una producción de 27.000 barriles por día gracias a que en 2005 inició un proceso de recobro mediante inyección de agua.

El recobro mejorado como técnica, sin embargo, hace más costosa la extracción, y según la técnica empleada es rentable solamente cuando en el mercado internacional el barril se comercializa por encima de cincuenta dólares. Toda vez que nuestros recursos de petróleo descubiertos y en producción son de crudo pesado, su extracción también es más costosa, con el agravante de que nuestros crudos pesados reciben un castigo del orden de cinco dólares por debajo del precio de referencia Brent en el mercado internacional. Es decir, tanto por la calidad de nuestros crudos como por las tecnologías necesarias para extraerlos, la producción en Colombia empieza a ser rentable solo cuando hay altos precios internacionales.

Al decaer los precios internacionales, y en la medida en que el retorno de la inversión se vuelva menor, perderemos competitividad. Esto, por supuesto, es una consecuencia cruzada de las variaciones del mercado internacional y de nuestra geología, lo que hace más costosa la extracción. Por ello, variaciones en descenso de los precios en el mercado internacional de los hidrocarburos pueden desencadenar crisis de producción iguales o peores a las que percibió la industria en 2014 y 2020. A su vez, una crisis en la producción puede estresar nuestro autoabastecimiento.

El autoabastecimiento y la autosuficiencia son relaciones deseables en todos los campos de la economía. La soberanía alimentaria, por ejemplo, ha sido una reivindicación de los pequeños productores agropecuarios, quienes han advertido que los tratados de libre comercio afectan sus condiciones de producción y comercialización generando, como consecuencia, relaciones de dependencia en el abastecimiento de alimentos a escalas local y nacional. De hecho, la crisis de suministros a escala global y el confinamiento, que a escala local dificultó la logística de transporte de alimentos e insumos agrícolas durante la pandemia por COVID-19, terminaron de reforzar la importancia de la soberanía en el campo de la producción y el consumo de los alimentos.

En el caso de la producción de combustibles, por la “dieta” requerida en las refinerías para producir gasolina de calidad hoy importamos a precios internacionales distintos tipos de naftas y gasolinas de pirólisis. Además de los componentes requeridos para las mezclas, hacemos también una importación directa de gasolina motor corriente cercana al 40 % de la demanda nacional. Respecto al diésel, nuestra importación, que aunque menor resulta igualmente necesaria, es cercana al 25 % del consumo nacional actual. En cuanto al gas, hasta 2015 tuvimos autosuficiencia y desde entonces hacemos una importación de respaldo que se usa fundamentalmente para generación de energía termoeléctrica cuando hay crisis de abastecimiento, por ejemplo, en tiempos en los que el fenómeno de El Niño genera un estrés hídrico que afecta nuestra generación hidroeléctrica.

En Colombia la exploración de un nuevo campo toma en promedio ocho años. Con este promedio como referencia cualquier nueva área estaría reportando recursos y reservas hacia 2030. Valga recordar que este desarrollo coincidiría con las metas de descarbonización de las economías industrializadas y la electrificación del transporte en Europa y Asia, lo cual por supuesto hace muy riesgosa la nueva inversión en crudo, sobre todo por los mayores costos relativos de producción en el país. De hecho, en su último reporte dedicado a la electrificación del transporte, publicado el pasado mes de abril de 2023, la Agencia Internacional de Energía explicó que, en las condiciones de aceleración de la descarbonización de este sector, las inversiones en la industria de los hidrocarburos se vuelven cada vez más riesgosas.

Para aprovechar las “vacas gordas” de los precios internacionales y proteger el autoabastecimiento, el Gobierno del Cambio busca mejorar nuestra incorporación de reservas a través de tres políticas:

  1. Mayor eficiencia en la exploración y explotación de los contratos existentes, lo cual se logra a través del incentivo a la inversión en exploración y el fomento al recobro secundario.
  2. Nueva política de relacionamiento social en el sector energético desarrollando una estrategia territorial que fomenta y repotencia el diálogo entre la industria, las comunidades y las autoridades ambientales, además de asegurar inversiones sociales en los territorios.
  3. Materialización en reservas de los recursos de gas costa afuera a través del oportuno desarrollo regulatorio, la habilitación de logística de transporte multifásica y la conversión de infraestructura ya existente para aprovecharla y ahorrar así en el desarrollo de infraestructura completamente nueva.

Por supuesto, la máxima apuesta de nuestro gobierno consiste en la Transición Energética Justa. En Colombia esta no solo pasa por la manera en que aceleramos y masificamos los electrones. También y necesariamente depende de lograr la diversificación y sus encadenamientos productivos a escala subnacional. Por ello, las políticas de industrialización, reforma agraria, turismo y ciencia aplicada son cruciales para transformar los modelos productivos locales, impactar la canasta de exportaciones y transformar las fuentes de riqueza. Haber tenido por décadas un marco fiscal dependiente de la minería y los hidrocarburos es la principal realidad económica que debemos superar.